“La obra fundamental y más significativa de este pintor de origen Valenciano, está enraizada en el estilo Art Decó. Sus formas y estilismo, no es un ejercicio meramente "decorativo", es una búsqueda idealizada de la estética de la pintura en el arte. Busca la ausencia de una realidad objetiva y se aleja deliberadamente del "realismo e hiperrealismo". Recrea una atmósfera llena de sentimientos, belleza y expresión, anhelando una profundidad artística más estética y la idea concreta del "sentimiento", que a su parecer debía expresar toda obra de Arte. En Parra el arte es "IDEALISTA", puesto que su ideal, es la expresión de las ideas y de la belleza. Y también es "SIMBOLISTA" puesto que expresa dichas ideas a través de formas con indudable cromatismo y belleza.
“A.J.S.J "NADROJ" (Pintor y Creador del Grupo Arcadia 2012, Unión de Artistas y Creadores).
Su sensibilidad trasciende más allá del plano artístico, quizá por ello estamos frente a uno de los grandes. En él la sencillez no está reñida con la emoción ni mucho menos con la
fuerza e intensidad que trasmiten sus obras. En Manuel la coherencia se hace viva y adquiere todo su significado. Palabras que en boca de otros artistas suenan huecas (calor, humanidad, calidad,
solidaridad, empatía, etc), dichas por él adquieren total vigencia.
Estar y compartir con Manuel es estar cerca del arte y la ternura.
JUAN A.PELLICER –POETA Y FOTOGRAFO (MURCIA).
LA PINTURA DE MANUEL PARRA
El gesto brillante y decidido, el riesgo constante ante el aprendizaje, el acontecimiento plástico en lo conseguido, emociona al momento de contemplar la pintura de Manuel Parra. Momento a momento, obra a obra, a través de imágenes admirables, va formando una iconografía de retratos, repleta de impresionantes metáforas que producen un sorprendente dialogo con el espectador, cuando éste enlaza con sus obras introduciéndose en un territorio que el autor domina con tiento y creatividad prodigiosa.
Al ir visionado su obra, recorremos espacios sublimares que se van llenando de formas humanas y de colores asombrosos, ámbito aleatorio y ennoblecido, propiciado por el brioso toque de un pincel decidido que va reclamando y forjando la figura a través del color y la línea, llenándola de sugerentes tonos alejados de la abstracción más fehaciente, ahí donde lo figurativo, siempre en permanencia necesaria -por mucho que hayan querido en algún momento de la historia del arte moderno excluirlo- cobra nuevos caminos, nuevas altitudes y desarrollos para, armoniosamente plasmados, resolver y avanzar en múltiples lecturas, en novedosos registros cromáticos, que dan idea de una acometida pictórica excepcional. El pintor, siempre al acecho, a la observancia, en crecimiento y perfeccionamiento constante, indaga en las interrogaciones que surgen, sumergiéndose en un estado de iniciación a la mejor resolución, al requerimiento participativo, y a veces, ¡oh, sorpresa!, a la bella intimidación, latente siempre en todo espectador. La admiración que produce esta pintura, se inculca a través del recurso modular del personal lenguaje creativo que posee el pintor. Manuel Parra concibe el arte, como una actividad que deriva de lo profundo personal; en este sentido, es un artista catártico debido a su capacidad de propiciar una experiencia cognitiva sublimizada, que sensibiliza al instante por su enorme integridad.
Una de las constancias de su trabajo, persistente y disciplinado, es la mujer –musa sugerente-, a la que convierte, con una facilidad que asombra, en mito poético a través de animosos colores y orondas líneas sublimares, que nos la crean y recrean con una sutil fuerza de belleza inusitada; o por decirlo mejor: convierte el mito en mujer, o, en tal caso, lo transmuta –ese mito- en hermoso símbolo del ideal femenino; y cuando lo hace con el varón o con niños, absolutamente sucede lo oportuno, propiciando una inteligente cercanía al magnetismo que toda naturaleza humana conlleva cuando nos intriga.
Manuel Parra desarrolla un discurso vinculado a crear nuevas atmósferas, térreas unas veces, cósmicas las más, siempre equilibradas, radiales, mágicas y sugerentes, con la debida ponderación, sensatez y equilibrio posibles, cobrando para el arte espacios idílicos, lugares casi estelares de límites y fronteras imperceptibles. Su esfuerzo por ofrecernos en profundidad su visión temática de la vida, no se ha visto fallido a lo largo de los años: su obra actual, después de búsquedas necesarias, posee una riqueza emocional creciente, ya que la pintura de Manuel Parra siempre es cercana al concepto de la elaboración sensible y controlada sin intelectualismo ni formulismos innecesarios; es una obra rica en color, fuerte en resistencia visual y muy atrayente; es básica, cercana; nada imprecisa, pero sí de inquietudes obstinadas que le hacen buscar posicionamientos que provoquen desenlaces sorprendentes, aprehendidos y empleados en valores artísticos desde una realidad que recrea, sintetizándola, la infinita magia que produce el efecto de la luz, el color y las formas, dentro de los espacios donde aparecen hábilmente preservados estos valores por la potencia sublimar de la tonalidad establecida.
La gran virtud de esta pintura, para quien esto escribe, es la poderosa fuerza expresiva de su serenidad: Manuel Parra armoniza la tela con un control del color dentro de unas gamas generalmente muy cálidas, que matiza sutilmente hasta lograr una tonalidad sin distorsiones que claramente la favorece. Son obras impactantes que se crecen en cada visualización, generando espectacularidad y emoción en quien las observa… Es evidente que el artista se ha trazado unas premisas, y que fiel a sí mismo las mantiene, devolviéndole éstas su personalidad como pintor. Su obra es firme, reflexiva, profunda y seria; una obra que acaba siendo realidad admirable de mixturas asombrosas e intensas, en constante búsqueda de la esencia plástica que en él, como profundo e inquieto creador que es, no puede detenerse para bien del arte y para bien de quienes tenemos la oportunidad de admirarla.
Barcelona.-19.-02.-2011.
©Teo Revilla Bravo
(Poeta, escritor y pintor.)